Por Thomas Cowan, Doctor en medicina
Traducido por Verónica Belli
Un fenómeno curioso ocurre en la ciencia: a medida que continuamos estudiando el mundo material, inevitablemente descubrimos hechos que contradicen nuestras antiguas creencias. Dado que los científicos son buscadores de la verdad donde sea que esta se encuentre, uno esperaría que ellos anduvieran actualizando o incluso desechando las teorías antiguas y sin sustento en el momento en que los nuevos descubrimientos emergen. De hecho, en muchos casos ocurre justamente lo opuesto; “la comunidad científica” a menudo da vueltas sobre lo mismo y protege sus teorías predilectas.
Consideremos, por ejemplo, las pirámides de Egipto. La teoría “científica” actual sostiene que la civilización moderna ha alcanzado la cima de los logros en la ingeniería. Sin embargo, los recientes descubrimientos sobre la Gran Pirámide de Giza revelan que, de alguna manera, alguien levantó “ladrillos” de granito cortados a precisión, de 70 toneladas de peso cada uno, a 150 pies de altura en el aire y los encajó de manera exacta en una estructura de ingeniería geométricamente compleja, un logro que no podríamos ni soñar con igualar en el año 2005.
¿Y qué hay del hecho de que la ciencia moderna mantiene la teoría de que el ADN contiene genes separados, cada uno de los cuales codifica una proteína distinta? Una secuencia de ADN, una proteína; ese es el dogma central de la genética. Sin embargo, al completarse el proyecto Genoma Humano aprendimos que los humanos tenemos alrededor de 200 000 o más proteínas, y sólo alrededor de 30 000 genes. El dogma central, por lo tanto, tiene errores. Ahora incluso sabemos que las proteínas reordenan las secuencias de ADN para codificar lo que “ellas” quieren, un fenómeno que ha quedado demostrado en muchos estudios. Desafortunadamente, seguimos enseñando las antiguas “verdades”, ignorando los hechos contradictorios.
Al discutir cómo tratar a niños enfermos, encontramos que hay una serie de descubrimientos que contradicen nuestra forma actual de ver las enfermedades infecciosas. Ahora vemos a las enfermedades infecciosas como episodios causados por virus y bacterias que nos invaden sin que podamos verlos, agobian a nuestro sistema inmune, y que deberían ser previstas, evitadas, o desechadas tan rápida y agresivamente como nos sea posible. En otras palabras, nuestra filosofía de la enfermedad pretende que estos episodios de malestar sean vistos como episodios casuales y sin relación entre ellos, de los que nada bueno resulta.
EL PROPÓSITO DE LA FIEBRE
Sin embargo, los hechos cuentan otra historia. Por ejemplo, todos los textos de pediatría nos dicen que un infante que tiene el síndrome nefrótico, una enfermedad en la que los riñones empiezan a dejar escapar las proteínas, se curará si es que al mismo tiempo contrae sarampión. De hecho, el sarampión es la única cura conocida para el síndrome nefrótico, que de lo contrario es tratado con el martirio de tomar Prednisona a largo plazo. Curiosamente, aplicar una vacuna de sarampión no funciona en curar el síndrome nefrótico.
Aquellos que han leído mi libro The Fourfold Path to Healing (El camino de cuatro vías hacia la sanación) saben que la historia completa del tratamiento del cáncer está íntimamente relacionado con el fenómeno de una enfermedad infecciosa. Han sido registrados muchos casos de cáncer que han retrocedido cuando el paciente contrae una enfermedad infecciosa, siendo el estreptococo el que probablemente tenga mayor capacidad de curar el cáncer. El estreptococo ha sido utilizado en vacunas contra el cáncer, de manera particular por el cirujano John Coley, doctor en medicina, quien reportó una remisión de casi el 40 por ciento en pacientes con cáncer al haber recibido su vacuna. En la oncología moderna, el bacilo de la tuberculosis aún es usado en el cáncer de vejiga inyectándolo a la vejiga de los afectados con este cáncer. De hecho, algunos pediatras y oncólogos han postulado que la epidemia moderna de cáncer en los niños es un resultado predecible de nuestra manía de prevenir la fiebre en nuestros niños dándoles aspirinas, tylenol y antibióticos.
Claramente, hay más detrás de las infecciones que sólo mala suerte y algo de lo que debemos deshacernos a toda costa. Profundicemos en su historia. Cuando un infante contrae fiebre, muchos procesos son activados en su cuerpo, procesos que podemos ver y experimentar sin el uso de ningún análisis en especial ni instrumentos costosos. Primero, se incrementa el calor corporal, tanto de manera local (en donde ocurre la infección, por ejemplo en las amígdalas) como de manera sistémica. Esta respuesta sistémica es medida por la temperatura elevada del termómetro. Luego hay dolor, tanto local como generalizado, podemos llegar a sentir dolor en todo el cuerpo. En tercer lugar hay hinchazón. Finalmente hay enrojecimiento. Estos dos últimos se dan principalmente en el lugar de la infección, sin embargo cuando alcanzan grados altos vemos que toda la cara del niño se enrojece e incluso se hincha un poco. Los libros de patologías identifican estos cambios como los cuatro signos cardinales de inflamación.
En Fourfold discuto la teoría de que tenemos cuatro “cuerpos”, cada uno de los cuales participa en cada inflamación y cada uno de los cuales se activa cuando estamos enfermos. El cuerpo físico o terrenal se enrojece; el cuerpo fluído o etérico incorpora aún más fluidos, que llamamos hinchazón; el cuerpo emocional o astral experimenta una sensibilidad agudizada, que llamamos dolor, y el cuerpo cálido o mental se involucra elevando nuestra temperatura. Esta activación de los cuatro cuerpos es particularmente aguda en niños debido a que el propósito entero de la niñez es que vayamos creciendo y moldeando nuestro cuerpo hacia uno que calce nuestro propósito en la vida.
Otra manera de presentar esto es que cuando un infante se topa con un obstáculo, digamos una proteína extraña o un órgano que no se ha formado debidamente, entonces activará su “modalidad de remodelación”. Esta remodelación se hace demoliendo elementos viejos y malformados, sacándolos al contenedor de la basura, y luego reconstruyendo una casa más apropiada para habitar en ella. Esto es exactamente lo que ocurre en la enfermedad. Tomemos como ejemplo el sarampión: la temperatura se eleva a 104ºF, los ojos lagrimean, la nariz gotea, los pulmones expectoran moco, los riñones excretan las proteínas excesivamente desintegradas, los intestinos se aflojan y el infante siente dolor generalizado. Estos síntomas anuncian la construcción de un cuerpo nuevo y más sano, uno cada vez más personalizado a las dinámicas de esa persona en formación. Este proceso es profundamente sanador a nivel físico y espiritual y, como todo lo de tal magnitud, tiene sus riesgos y peligros. El riesgo que corre una serpiente al mudar su piel, una oruga al transformarse en una mariposa, y el que se esfuerza en hacer algo nunca antes visto, es que podemos fallar y caer en el abismo. No intentarlo, sin embargo, es mucho peor. Nuestro trabajo como padres y como médicos es ayudar al infante a cruzar el puente de la enfermedad sabiéndose guiados por nuestro amor, cuidado e inteligencia, mientras somos testigos de los procesos naturales que ocurren cuando nuestros niños batallan sus enfermedades.
LA ACTITUD DE LOS PADRES
En mis más de veinte años como médico, la observación más importante en determinar el resultado de la enfermedad de un niño es la actitud de los padres. Si los padres tienen la profunda seguridad de que su hijo es fuerte y de que la enfermedad, si es controlada, va a servir a su desarrollo, su actitud de determinación y confianza se traducirá en un ambiente de paz y efectividad que permitirá al niño sentir que puede descansar y sentirse cómodo para atravesar el proceso. El infante debe saber que los padres están atentos a la más mínima señal de que la enfermedad se está acrecentando y requiere más ayuda; el infante debe saber que puede relajarse y que todo estará bien.
CONTROLAR LA TEMPERATURA
Antes que nada, un infante con fiebre debe permanecer en cama o en un lugar cómodo y relajado. Debería tomar tantos líquidos calientes como sea posible para fomentar la eliminación a través de los riñones. No debería enfriarse para que la fiebre haga su trabajo y se le permita “explotar y expulsar” a la enfermedad. Los intestinos deben mantenerse libres, si es necesario con un laxante suave o con hierbas que fomenten su movimiento.
Un niño enfermo puede escuchar historias que le sean leídas en voz alta, de lo contrario la única otra actividad apropiada es descansar. Mientras menor sea la estimulación mental en forma de juegos de computadora, películas y demás, mejor. La enfermedad es una tarea seria y de alta demanda energética; no hay espacio para nada más en sus vidas, sólo descansar y recuperarse. Si los padres siguieran estos simples consejos, no disminuir la fiebre, mantener la calidez, la determinación calmada, la observación cuidadosa, los líquidos en abundancia, la apertura de los intestinos, y el descanso, tendríamos muchos menos problemas con las enfermedades crónicas de los que tenemos ahora.
REMEDIOS
Hay otras maneras en las que podemos intervenir y que son compatibles con los procesos que acabo de describir. La primera es una medicina antroposófica llamada Erysidoron 1. Esta medicina hecha de miel de abejas (Apis) y de la planta Atropa belladona (belladonna mortífera) trabaja en los cuatro cuerpos envueltos en la inflamación. Toda la actividad de las abejas expresa su estrecha relación con la estructura material y la calidez. Se dice que la temperatura en el centro de un panal de abejas natural es exactamente 98.6ºF, la misma temperatura de un cuerpo humano saludable. El panal, que recubre este calor, está hecho de cristales perfectamente hexagonales. Es como si las abejas nos estuvieran diciendo, “En la naturaleza nosotras somos la manifestación de una adecuada relación con el calor, cubierta en una estructura física perfecta. Tú, amigo mío, estás luchando por encontrar esa relación, así que te ayudaré a encontrar tu camino.”
La belladona es una planta que vive en sotobosques húmedos, oscuros y pantanosos, lugares dominados por los fluídos, a partir de los cuales ella desarrolla un veneno que nos hace despertar. Se le dio el nombre de belladona porque las mujeres solían instilar un extracto de las bayas de la planta en sus ojos para dilatar sus pupilas, considerado un signo de belleza, de ahí bella (bella) donna (mujer). El veneno literalmente nos despierta, abre nuestros ojos, y hace que nuestras emociones y sensaciones sean más agudas. La belladona trata al cuerpo emocional que está luchando con la humedad propia de un pantano para dar con una solución a toda esa hinchazón, moco, pus y demás secreciones de agua que son tan características de muchas enfermedades infantiles. Esta medicina se da en la dosis de 5 a 10 gotas cada dos horas en el caso de una fiebre y es un apoyo fundamental en nuestra labor de guiar al niño a través de la enfermedad.
Recordemos que el elemento común al tratar cualquier enfermedad inflamatoria es que debemos ayudar a expulsar la infección. Al igual que en una pila de composta, o en un estanque en el que se ha acumulado la basura, una infección es la manera en que la naturaleza digiere los restos que ya no desea. Si pones los elementos incorrectos en una pila de compost, “le va a dar” una infección a medida que una nueva–y probablemente más poderosa–bacteria, intenta digerir el material que no es deseado. De manera similar, en un estanque contaminado van a crecer algas que puedan digerir dicha contaminación. Creemos que el alga es la infección pero en verdad es parte de un proceso digestivo. En un niño con fiebre, los glóbulos blancos llevan a cabo la digestión interna, y son ayudados por la fiebre. Nuestro reto principalmente es mantener los canales de eliminación–las glándulas sudoríparas, los riñones y los intestinos–abiertos para permitir que el cuerpo remueva eficientemente los restos digeridos. De no ser así, el infante se “congestiona” y su condición resulta en infecciones aún más serias, incluso neumonía.
Podemos prevenir que una infección se torne inmanejable fomentando la eliminación. El primer paso es incrementar la sudoración, una avenida principal de nuestro cuerpo para eliminar nuestros desechos. En la antigüedad, las hierbas diaforéticas (que nos hacen sudar), como la menta, la milenrama y las flores de sauco, eran dadas en infusiones a todos los niños enfermos para ayudar a “expulsar la enfermedad” a través del sudor. Todos sabemos que muchas enfermedades se han ido luego de una buena dosis de sudor. Estas hierbas deberían ser dadas en agua caliente para que el calor fomente aún más el proceso de sudoración. También sabemos que las flores de sauco tienen un efecto antiviral propio que además estimula el sistema inmune, mientras que la milenrama ayuda al hígado a librarse de las toxinas y la menta suaviza el tracto gastrointestinal. Estas hierbas, así como otras hierbas diaforéticas, se encuentran en la fórmula llamada Diaco de Mediherb, y deberán darse en una dosis de 1/8 a 1 cdta cada 2-4 horas para fomentar la sudoración.
La siguiente combinación de hierbas que doy a la mayoría de niños enfermos es un preparado con Andrographis; una mezcla de Andrographis, raíz de Echinacea angustifolia y Holy Basil (Ocimum tenuiflorum). El Andrographis es conocido como como el “rey de los amargos”, y nos ayuda a activar un principio muy importante de la medicina natural, que es apoyar lo que el cuerpo ya está haciendo. Fomentamos a la sudoración con abrigo y hierbas, promovemos la eliminación con laxantes suaves. Andrographis mejora la estrategia de eliminación de toxinas propia de nuestro cuerpo, que consiste en conjugar (hacer solubles) las toxinas en el hígado y luego excretarlas a través de la bilis. Es algo así como embolsar la basura y luego sacarla para que sea recogida. Lo amargo estimula el flujo de bilis, facilitando la eliminación de las toxinas y bacterias que nuestros glóbulos blancos han digerido. Por eso se incluyen las hierbas amargas en prácticamente toda preparación herbal de la medicina tradicional. Toda sanación requiere eliminación, y el Andrographis es el rey de este proceso. (¡Es realmente amargo!)
La Echinacea es un estimulante del sistema inmune que ayuda a nuestros glóbulos blancos a reconocer una infección y llegar a ella. Podría emplearse en toda infección cualquiera sea su origen.
La Holy Basil es conocida por ser una hierba adaptogénica, es decir, una hierba que nos ayuda a adaptarnos al estrés, incluyendo el estrés de una enfermedad. Las hierbas adaptogénicas trabajan incrementando la producción de cortisol. El cortisol tiene un leve efecto antiinflamatorio que impide que la inflamación se intensifique más allá de lo que podemos manejar. La dosis de este preparado es 1-2 tabletas cada 2 a 4 horas dependiendo de la intensidad de la enfermedad. Para aquellos niños que no puedan pasar tabletas puede ser primero disuelta en agua caliente y luego camuflada con miel. Si esto no funciona se puede usar sólo Echinaceae mezclada con raíz de regaliz para endulzar. En mi experiencia tratando niños con plantas que no tienen un sabor agradable, he visto que cuando verdaderamente las necesitan las van a tomar, siempre que los padres se muestren convencidos del poder de la medicina. Luego, cuando mejoran, de inmediato rechazan seguir tomándolas, como diciendo “Esa ayuda ya no es necesaria, ahora mi cuerpo puede hacerse cargo”. En ese momento dejamos de usarlas.
Otra medicina que doy a los niños enfermos es Congaplex de la marca Standar Process. Esta preparación es una mezcla de fuentes naturales y completas de vitamina C, que fomenta la actividad de los glóbulos blancos. Recomiendo además que consuman extracto de timo (glándula) dado que el timo es el órgano que fabrica las células T, las cuales protegen al cuerpo de infecciones, o lo ayudan a superarlas. Su extracto ayuda a que la duración de la enfermedad no se extienda demasiado ya que el timo se encarga de crear los anticuerpos que son parte de los procesos de recuperación. La dosis aquí es 1-2 tabletas cada dos horas por alrededor de una semana, o hasta que la mejoría sea completa.
El resto de las medicinas que uso son específicas para la zona infectada. Puede ser Bronchafect para la bronchitis/neumonía, Urico para las infecciones del tracto urinario, Apis/Levistecum para las infecciones de los oídos, y compuestos de Euphrasia para las infecciones de la garganta y los senos paranasales. Estas medicinas están disponibles a través de Mediherb.
COMIDA Y BEBIDA
Finalmente, algunos apuntes sobre la dieta que debe llevar un infante cuando enferma. La comida y la bebida deberían estar todas entre tibias y calientes para mantener el calor. Durante la enfermedad, el contenido de proteína debería ser reducido porque muchos de los desechos que la enfermedad nos ayuda a eliminar vienen de la proteína en nuestras dietas. Las grasas promueven la producción saludable del calor necesario y transportan la vitamina A, el nutriente principal al momento de fortalecer a nuestro sistema inmune. Las grasas saludables y el caldo de huesos deberían ser los pilares de la dieta en la enfermedad. Probablemente la mejor comida para atravesar la enfermedad es una sopa caliente de pollo hecha en base a caldo de huesos casero–preparación conocida como “la penicilina judía”–con vegetales cocidos y un poco de crema de leche o leche de coco. Generalmente los niños enfermos no tienen tanta hambre, por tanto el calor y la nutrición proporcionada por tazones frecuentes de sopa caliente va estar más que bien. Otra buena opción son los licuados de yemas crudas de huevo, fruta fresca y yogur entero, crema de leche o leche de coco, siempre que no se sirvan fríos. Por supuesto, los niños deberían recibir entre ½ y 1 cucharadita de aceite de hígado de bacalao siempre, pero especialmente cuando están enfermos. Puede ser mezclada con un poco de agua o jugo de naranja fresco, o suministrada con un gotero.
Empezamos a explorar el tratamiento propicio de la enfermedad en la edad infantil examinando la dificultad de cambiar algunas de las maneras en que pensamos, o de lo hoy en día se dice, los paradigmas en los que creemos. Desde mi punto de vista, probablemente no haya otro paradigma que deba ser revisado con tanta urgencia como nuestro entendimiento de la enfermedad en los niños En nuestra casi mesiánica misión de remover tan drástica y rápidamente como sea posible la enfermedad en los niños–a través de vacunas, antibióticos y fármacos para reducir la fiebre–hemos producido un mar de niños que se sienten enfermos y cansados de manera crónica, y que pasarán sus vidas incómodos en una piel que no pudo transformarse. Es como si impidiéramos a las orugas convertirse en mariposas pensando que el tiempo de vulnerabilidad como crisálidas es peligroso. Y claro que es peligroso, al menos un poco, sin embargo es más peligroso–de hecho es mortal–no permitir que una persona atraviese lo necesario para cumplir con su destino y “convertirse en una mariposa”. Necesitamos urgentemente respetar el poder transformativo de la enfermedad, armarnos de valor y no sucumbir ante aquellos que prometen salud inyectándonos con venenos, o dándonos hostiles medicamentos anti-bióticos (anti-vida) que pronto pierden su efectividad. Y más que nada, necesitamos creer en la capacidad de los cuerpos de nuestros niños de curarse y así estaremos dándoles el regalo de confiar en su propia fortaleza a medida que avanzan en su camino a la adultez.
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Luisa says
Mu gusto
Mayra Alejandra says
Solo gracias, es genial encontrar a médicos como tú !!
Verónica says
Leo esto y confirmo que las respuestas naturales de mis hijos son sabías, gracias por acompañarnos como padres y poner luz en nuestro camino