19 de octubre de 2016, por John Williamson Cameron
Traducido por Verónica Belli Obando
Recomendaciones peligrosas para el consumo de sal
El 1 de junio de 2016, los oficiales de salud pública anunciaron nuevas recomendaciones con respecto al contenido de sal en los alimentos procesados. Se informó sobre el plan de reducir el consumo de sodio entre la población hasta los niveles recomendados por el Instituto de Medicina (en inglés Institute of Medicine, IOM) de Estados Unidos en 2004/2005, niveles a los que llamaron “ingesta adecuada”, los cuales fueron establecidos en: 1500 mg de sodio diarios (3,7 gramos de sal diarios) para adultos hasta la edad de cincuenta años; 1300 mg de sodio diarios (3,3 gramos de sal diarios) para adultos de entre cincuenta y setenta años, y 1200 mg de sodio diarios (3 gramos de sal diarios) para adultos mayores de setenta años. La ingesta de sodio máxima recomendada, es decir el límite que en teoría podríamos tolerar como máximo, fue establecida en 2300 mg de sodio diarios (5,7 gramos de sal diarios, es decir un poco más de una cucharadita).
Una “ingesta adecuada” es específicamente definida como la ingesta que ocurre en una población saludable, pero no existe población alguna del primer mundo en que la ingesta de sodio sea tan baja como lo recomendado por el Instituto de Medicina en 2004/2005.2 En contraste con la ingesta adecuada establecida para el sodio, de 1500 mg diarios para adultos, el consumo promedio de sodio en Estados Unidos y Canadá es de 3300 mg diarios (8,3 gramos diarios de sal, es decir poco más de una 1,5 cucharadita). Como veremos a continuación, a pesar del compromiso que tiene el Instituto de Medicina de basar sus recomendaciones en evidencia, las ingestas de sodio recomendadas en 2004/2005 para el sodio no son respaldadas por evidencia alguna.
La presión alta es un factor de riesgo bien sabido para la enfermedad cardiovascular y la mortalidad de origen cardiovascular. Cuando los niveles de presión sanguínea son elevados, reducirlos a la vez reduce dicho riesgo. Estos descubrimientos, resultado de estudios hechos en personas con hipertensión, llevaron a la teoría de que disminuir la ingesta de sodio en individuos con presión sanguínea normal disminuiría la presión sanguínea en ellos también, y por ende supuestamente reduciría su riesgo de enfermedad cardiovascular. Esta suposición incluye dos componentes: 1) disminuir la ingesta de sal en individuos con presión sanguínea normal disminuirá su presión de manera significativa, y 2) disminuir la ingesta de sal en individuos con presión sanguínea normal disminuirá la incidencia de resultados negativos en su salud. Ambas afirmaciones son incorrectas.
Uno de los principales roles que cumple el sodio en nuestro cuerpo es el de mantener los niveles de presión sanguínea en un rango adecuado. En nuestro cuerpo, un contenido adecuado de sodio es necesario para el mantenimiento del volumen sanguíneo y el paso de fluidos a través del sistema renal, funciones que mantenemos a través de los siguientes mecanismos: cuando nuestro consumo de sal es muy bajo, los mecanismos de defensa incluyen el incremento en el apetito por la sal con el objetivo de aumentar la ingesta de sodio, al mismo tiempo que la reducción de la orina y el sudor para reducir las pérdidas de sodio. Cuando la ingesta de sal es demasiado alta, los receptores de sal en la lengua pasan de disfrutar su sabor a rechazarlo, controlando así nuestra ingesta de alimentos salados.
Un estudio reciente muestra los efectos adversos de la baja ingesta de sodio
Casi al mismo tiempo que los oficiales de salud de Estados Unidos anunciaron su nueva iniciativa para reducir la ingesta de sal (2016), la revista The Lancet publicó un estudio basado en una población amplia que demostraba que el riesgo de mortalidad y de eventos cardiovasculares serios incrementa significativamente cuando la ingesta de sal cae por debajo de los 3000 mg al día (dos tercios de cucharadita de sal al día) en un adulto de peso promedio.3 El estudio también encontró que una ingesta de sodio mayor a siete gramos diarios (por encima de tres cucharaditas de sal al día) estaba asociada con un incremento en el riesgo de aquellos con hipertensión -mas no en aquellos sin hipertensión. El estudio incluyó 133119 individuos (63559 con hipertensión y 69559 sin hipertensión), con una edad media de cincuenta y cinco años, procedentes de cuarenta y nueve países. La asociación entre la ingesta de sal -estimada mediante la excreción urinaria de sodio en 24 horas- y el resultado conjunto de muerte y eventos cardiovasculares serios, fue evaluada en un promedio de 4,2 años para ambos grupos de individuos. Los autores a cargo, Mente, O’Donnel y Rangarajan, son asociados del Hamilton Health Services de Ontario, Canadá. (Para detalles sobre el estudio de Hamilton de 2016, ver los Anexos).
Podemos aprender mucho al comparar los resultados del estudio de Hamilton de 2016 con aquellos de un estudio anterior (2014) llevado a cabo por los mismos autores.4 El estudio incluyó 101945 participantes, mientras que el estudio más reciente incluyó 133118 participantes. En este estudio (2014), los investigadores no determinaron por separado el efecto del sodio en individuos hipertensos y normotensos. En comparación con el rango de referencia de sodio que va de 4 a 6 gramos diarios, se asoció un incremento del riesgo de muerte y eventos cardiovasculares con las excreciones de sodio mayores a 7 gramos diarios (tasa de peligro 1,15) y menores de 3 gramos diarios (tasa de peligro 1,27).
Lo más importante es que, entre las muestras, aquellas excreciones de sodio equivalentes a la “ingesta adecuada” propuesta de 1,5 gramos diarios, estaban asociadas con un incremento mayor de muerte y eventos cardiovasculares serios (tasa de peligro 1,8) en comparación con el nivel promedio de referencia de 4,5 gramos diarios. Resalta el hecho de que los 4,5 gramos diarios de sodio, que son el promedio de la ingesta referencial, se aproximan a la ingesta de sodio óptima para hipertensos, siendo tres veces la supuesta “ingesta adecuada” de 1,5 gramos al día promovida por los oficiales de salud de Estados Unidos.
Este estudio también evaluó la excreción de potasio. En comparación con una excreción de potasio menor a 1,5 gramos al día, una excreción mayor de potasio estuvo asociada con una reducción en el riesgo del resultado conjunto de mortalidad y eventos cardiovasculares serios. La ingesta media de potasio fue de 2,1 gramos al día.
La asociación entre la ingesta de sodio y el resultado compuesto de riesgo de muerte y eventos cardiovasculares fue evaluada con respecto a variables significativas, incluyendo la proporción HDL/LDL, factores dietarios incluyendo la ingesta calórica y la ingesta de potasio, y la presencia de enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y presión sanguínea elevada. (Ajustes estadísticos ->) Ajustar los datos a la ingesta de potasio redujo el riesgo del resultado compuesto tanto para las ingestas más altas y las ingestas más bajas de sodio. Ajustar los datos a la presión alta redujo el riesgo de las ingestas más altas de sodio, pero no redujo el riesgo de las ingestas más bajas de sodio. Al igual que en el estudio de 2016, los autores en el estudio de 2014 concluyeron que el incremento en el riesgo asociado con una excreción de sodio por encima de los 7 gramos diarios se debió a la hipertensión, mientras que el incremento en riesgo por ingestas menores a 3 gramos diarios se debió a otras causas. Al descartar de la evaluación a los individuos bajo tratamientos de enfermedad cardiovascular, cáncer y diabetes, no se alteraron significativamente los resultados.
La excreción promedio de sodio entre los participantes del estudio fue de 4,9 gramos al día, aproximadamente 50 por ciento más que la ingesta promedio de sodio de 3,3 gramos al día en Estados Unidos y Canadá. Las altas ingestas promedio entre los participantes del estudio se debieron en gran parte a las altas ingestas de los participantes chinos, que conformaron el 49 por ciento del total de participantes, cuya ingesta promedio de sodio fue de 5,2 gramos al día. Los participantes canadienses conformaron un 9,6 por ciento del total de participantes. Ninguno de los participantes del estudio era estadounidense. En el estudio de sodio de Hamilton de 2016, 11 por ciento de los participantes mostró una excreción de sodio menor a 3 gramos diarios, quienes en consecuencia estaban en un riesgo mucho mayor de muerte y enfermedades cardiovasculares. En Estados Unidos y Canadá, en cambio, se estima que alrededor del 40 por ciento de la población está en riesgo alto debido a una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios.
En el lado opuesto, entre los participantes con un consumo alto de sodio, 11 por ciento de los participantes hipertensos del estudio mostraron ingestas de sodio mayores a los 7 gramos diarios y estaban, por tanto, también en un riesgo significativamente más alto. En Estados Unidos y Canadá, en cambio, el porcentaje que está en riesgo alto debido a excreciones de sodio mayores a los 7 gramos diarios es mínimo.
En cuanto al potasio, la ingesta de potasio promedio entre el total de los participantes del estudio fue de 2,1 gramos diarios, en comparación a los 2,9 gramos diarios promedio en los Estados Unidos. En comparación con la ingesta de potasio entre los participantes del estudio, la ingesta (mayor) de potasio entre las personas de Estados Unidos tiene como resultado una moderada reducción del riesgo entre aquellos con una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios, sin embargo, dicha reducción ventajosa se pierde cuando la ingesta de sodio disminuye aún más. El incremento en el riesgo asociado con la baja ingesta de sodio en los Estados Unidos se estima que es similar a aquel observado entre los participantes del estudio de sodio de Hamilton de 2016 (tasa de peligro entre los hipertensos de 1,34, tasa de peligro entre los normotensos de 1,26).
Es así que un alto porcentaje (alrededor del 40 por ciento) de la población de Estados Unidos y Canadá, actualmente tiene un incremento significativo en el riesgo de muerte y eventos cardiovasculares serios debido a una baja e insuficiente ingesta de sodio. Reducir aún más los niveles de consumo de sodio incrementaría el número de personas en riesgo y, por ende, no es aconsejable.
La intervención del Centro para Control y Prevención de Enfermedades (en inglés Center for Disease Control, CDC)
El 1 de junio de 2016, el mismo día que el CDC anunció sus nuevas recomendaciones en cuanto al contenido de sal en los alimentos procesados, la agencia publicó el artículo: “Sodio dietario y riesgo de enfermedad cardiovascular: las mediciones importan”, el cual era un intento de desacreditar a los estudios recientes (incluyendo al estudio de sodio de Hamilton) que demostraban que una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios incrementaba de manera significativa el riesgo de muerte y eventos cardiovasculares serios, y de continuar respaldando su afirmación de que una ingesta de sodio de (tan solo) 1,5 gramos diarios es adecuada para adultos.5
Bajo el título de “Ingestas menores de sodio e incremento en el riesgo cardiovascular: ¿asociación o causalidad?”, el artículo del CDC erróneamente afirma que el estudio de sodio Hamilton de 2016 encontró que “tanto las ingestas bajas como las ingestas altas de sodio, mostraron asociación con el incremento en el riesgo de enfermedades cardiovasculares en comparación con las ingestas “usuales” (definidas entre 3 y 5 gramos diarios).” Esta afirmación no es consistente con la conclusión del estudio de sodio de Hamilton de 2016, en el que se encontró que una ingesta de sodio mayor a 7 gramos diarios estaba asociada con un incremento en la incidencia de muerte y eventos cardiovasculares serios solo en aquellos con hipertensión (tasa de peligro de 1,23) y no en aquellos sin hipertensión (tasa de peligro de 0,99). El error sugeriría una falta de compresión de las conclusiones del estudio de sodio de Hamilton de 2016.
Para abordar la cuestión de si una ingesta baja de sodio es causante de enfermedades cardiovasculares, el CDC “aplicó el criterio clásico de Hill para determinar si una observación asociada es causal: fortaleza, consistencia, especificidad, temporalidad, gradiente biológica, plausibilidad, coherencia, experimentación y analogía.”
En cuanto al criterio de “fortaleza”, el CDC discute varios factores que podrían explicar la asociación entre las bajas ingestas de sodio (por debajo de los 3 gramos diarios) y la incidencia cardiovascular que aparece en estudios como los estudios de sodio Hamilton de 2014 y 2016. El CDC especula que la asociación observada entre las bajas ingestas de sodio y el incremento en el riesgo de eventos cardiovasculares puede deberse a la mayor proporción de participantes en el grupo de ingestas bajas de sodio en comparación con los grupos de ingestas altas de sodio, quienes además tendrían diabetes, hipertensión, y enfermedades cardiovasculares preexistentes de base, motivo por el cual consumían poco sodio, llevando a una asociación no causal entre la (poca) ingesta de sodio y el incremento en los eventos cardiovasculares. Sin embargo, en los estudios de sodio de Hamilton, la evaluación de la asociación entre la excreción de sodio y el riesgo de eventos cardiovasculares fue realizada en individuos entre quienes no existían dichas condiciones, sin que esto afecte a los resultados.
El CDC declara que los investigadores no tomaron en cuenta la presencia de la enfermedad renal crónica (ERC), que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y puede resultar en un consumo menor de sodio. Sin embargo, los pacientes con ERC típicamente tienen una ingesta de sodio mayor -y no menor- que el promedio.6
El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) resaltó que los análisis de orina de una sola muestra no son acertados, e infirió que estudios como los de Hamilton en 2014 y 2016 usaron “métodos bastante convenientes, pero potencialmente sesgados para estimar la ingesta individual de sodio”. Sin embargo, los estudios de sodio de Hamilton no utilizaron los análisis de orina de una sola muestra, sino los análisis de excreción de sodio a lo largo de veinticuatro horas, e incluyeron a más de cien mil participantes; por tanto, los estudios Hamilton eran más certeros que los pequeños estudios citados por el CDC, en los que se utilizaron distintas maneras de medir las excreciones de sodio.
En resumen, ninguna de las críticas sugeridas por el CDC en cuanto a este criterio hacia los estudios Hamilton de sodio son válidas.
En cuanto al criterio de “consistencia”, el CDC cita veinte estudios distintos para respaldar sus afirmaciones. Si bien por practicidad no es posible revisar todos estos estudios, he revisado dos -el Trials of Hypertension Prevention7 (TOHP) y un estudio de 2016 hecho por Mills y otros,6 enfocado en la ingesta de sodio y la enfermedad renal crónica (ERC)-, presentados en los anexos de este artículo. Las interpretaciones del CDC de estos estudios son poco acertadas y, en algunos detalles, simplemente son erradas del todo.
La mayoría de los sujetos en ambos estudios revisados tenían sobrepeso y obesidad.8 La obesidad está asociada con un incremento en la excreción de sodio y con un incremento en el riesgo cardiovascular. Como consecuencia, ambos estudios dan una ilusión errónea de una fuerte asociación entre la excreción de sodio y el riesgo cardiovascular. El índice de masa corporal y el sexo como variables de riesgo explican por completo todo el incremento observado en el riesgo cardiovascular en los ensayos TOHP. En el estudio de sodio y ERC, el índice de masa corporal y el sexo eran las principales variables de riesgo cardiovascular, sin embargo, la excreción de sodio también contribuyó con el riesgo cardiovascular de los hipertensos, pero solo en el cuartil más alto de la excreción de sodio.
Los ensayos TOHP, así como el estudio de Enfermedad Renal Crónica citados por el CDC como evidencia de que el riesgo cardiovascular incrementa con una ingesta de sodio por encima de los 1,5 gramos al día, muestran en ambos casos que, por el contrario, una ingesta de sodio por debajo de los 3 gramos diarios incrementa el riesgo cardiovascular.
En cuanto al criterio de “experimentación”, el CDC citó una Revisión de Cochrane sobre estudios experimentales en la reducción de sal, como evidencia de que reducir la ingesta de sal disminuye el riesgo cardiovascular.9 La revisión consistió en ocho pequeños estudios publicados entre 1978 y 2007, de los cuales cinco estudios, con un total de 5912 participantes, incluyeron información cardiovascular durante el seguimiento. Cada uno de los cinco estudios, de manera individual, mostró no tener resultados significativos, sin embargo, “al agrupar los estudios, tanto aquellos llevados a cabo entre personas normotensas como hipertensas, aparece una modesta evidencia del beneficio en cuanto a los eventos cardiovasculares en el seguimiento más grande (efectos aleatorios 0.77).” Sin embargo, una observación más detenida demuestra que dichos beneficios ocurrieron enteramente en los tres estudios llevados a cabo entre personas hipertensas, mientras que no fueron observados en los dos estudios que incluyeron solo personas sin hipertensión. Asimismo, cabe resaltar que la afirmación de “modestos beneficios” fue determinada por una serie de factores:
- Dos de los tres estudios que incluyeron individuos hipertensos fueron estudios de sustitución de sal, donde la reducción de sal se lograba sustituyendo la sal común por sal enriquecida con potasio, brindando de esa manera “un gran incremento en la ingesta de potasio y una reducción moderada en la ingesta de sal.”10,11 El CDC omitió la conclusión del autor en que señalaba que la presencia de una modesta evidencia de algún beneficio “se debía en gran parte al “Estudio de Sustitución de la Sal en la China,”10 en el cual la reducción en el riesgo de enfermedad cardiovascular en su mayoría era resultado de la ingesta de potasio, la cual demostró reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular entre la población de China.
- El estudio de seguimiento de los estudios combinados “Trials of Hypertension Prevention (TOHP)”12 fue uno de los dos estudios en individuos sin hipertensión. En este estudio se comparó el porcentaje de individuos con eventos cardiovasculares en el grupo experimental, quienes redujeron la ingesta de sodio y tomaron suplementos nutricionales, con el grupo control, quienes no redujeron la ingesta de sodio y no tomaron suplementos nutricionales. Los resultados fueron trastocados por el uso de suplementos en el grupo experimental y no en el grupo control, y fueron aún más trastocados por el hecho de que la mayoría de individuos tenían sobrepeso u obesidad. (Nota: los estudios TOHP discutidos bajo el criterio de “consistencia” incluyen solo al grupo control.)
- En algunos de los estudios, la ingesta de sodio no fue determinada midiendo la excreción de sodio y puede que no sea acertada.
En contraste con el análisis del CDC, los autores de la Revisión de Cochrane declararon: “No es posible confirmar que vayan a ocurrir efectos significativamente importantes a partir de las recomendaciones dietarias y la sustitución de sal en la mortalidad cardiovascular”.9 Un comentario publicado en la Revista Médica de Sao Paulo declaró que “Evidencia reciente de la revisión sistemática Cochrane ha arrojado dudas en la eficacia de la restricción dietaria de sodio.”13
OTROS EFECTOS ADVERSOS DE LA REDUCCIÓN EN LA INGESTA DE SAL
Mientras que la sal tiene la función vital de mantener nuestra presión sanguínea en niveles adecuados, en la que participan tanto el sodio como el cloruro, a la vez tiene muchas otras funciones fisiológicas importantes, como se discutió a detalle en la revista Wise Traditions (Tradiciones Sabias, revista de la Weston A. Price Foundation, en la edición de verano de 2011).14 El sodio es crítico para el desarrollo de las células gliales en el cerebro y está involucrado en la contracción muscular, incluyendo el latido del corazón, los impulsos nerviosos, y la digestión de las proteínas que van construyendo nuestro cuerpo. El sodio, además, cumple un rol activo en la absorción de otros nutrientes en el intestino delgado y es el principal electrolito responsable de la regulación del balance del agua, el pH, y la presión osmótica. El cloruro, el otro componente de la sal, ayuda a preservar el balance ácido-básico en nuestro cuerpo, facilita la absorción de potasio, forma parte del ácido estomacal, y realza la habilidad de la sangre de transportar el dióxido de carbono de los tejidos respiratorios hacia los pulmones.
OTRAS PUBLICACIONES RECIENTES SOBRE LOS EFECTOS ADVERSOS DE LA BAJA INGESTA DE SAL
Un estudio publicado en 2006 demostró que la restricción de sodio incrementa el riesgo de fallo cardiaco, muerte y hospitalización. El estudio buscaba evaluar el impacto de la restricción de sodio en los resultados del fallo cardiaco. Un total de doscientos sesenta pacientes de fallo cardiaco fueron divididos en dos grupos: ciento treinta pacientes con restricción en su consumo de sodio, cuyas ingestas de sodio fueron menores a 2500 miligramos diarios, y ciento treinta controles emparejados sin restricción en su consumo de sodio, cuyo consumo de sodio era superior a 2500 miligramos diarios. Ambos grupos recibieron seguimiento por tres años consecutivos. La restricción de sodio mostró estar asociada con un riesgo significativamente mayor de muerte u hospitalización por fallo cardiaco (42,3 por ciento versus 26,2 por ciento, tasa de peligro 1,85).15
Un estudio de Japón encontró que la restricción de sal durante la gestación causa retardo en el crecimiento del feto, conduciendo a un bajo peso en el nacimiento o a una disminución en la tasa de nacimiento. Dicho retardo en el crecimiento, junto con la reacción del sistema renal de angiotensina debido a la restricción de sal, conducen a un déficit en el desarrollo de los órganos cardiovasculares o a una disminución en el número de nefronas en los riñones, resultando en hipertensión en la edad adulta. Además, la restricción de sal se asocia con una disminución en la sensibilidad a la insulina. Parte de la enfermedad metabólica en la adultez puede ser programada a través de los cambios epigenéticos que ocurren debido a la restricción de sal.16
Un estudio de 2016 encontró que una baja ingesta de sal reduce el ritmo cardíaco, lo que incrementa el riesgo de enfermedad coronaria. Dado que el ritmo cardiaco está asociado independientemente con el desarrollo del fallo cardíaco y el incremento en el riesgo de muerte prematura, una disminución potencial en el ritmo cardiaco podría ser un efecto colateral perjudicial de la reducción de sodio.17
Un estudio de 2013 encontró que la ingesta baja de sal incrementó el riesgo de enfermedad crónica del riñón. En el estudio de casi catorce mil participantes del Examen Nacional de Salud y Nutrición (2001-2006), los participantes en el cuartil más alto de la ingesta de sodio (4267 miligramos diarios a más) tenían menores probabilidades de desarrollar enfermedad renal crónica en comparación con los participantes en el cuartil más bajo de la ingesta de sodio (2116 miligramos diarios, o menos) (tasa de peligro 0,46 sin ajustar, 0,79 ajustada).18
RESUMEN
Ninguna población del primer mundo tiene una ingesta de sodio tan baja como “ingesta adecuada para adultos” de 1,5 gramos diarios que promueven los oficiales de la salud. Un contenido corporal de sodio adecuado es necesario para el mantenimiento del volumen sanguíneo, la perfusión renal, y muchas otras funciones fisiológicas, y estas variables son fuertemente defendidas por el cuerpo.
El estudio reciente en una población grande de Hamilton en 2016 confirmó los hallazgos de estudios previos indicando que una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios, en comparación con un nivel referencial de 4 a 5 gramos diarios, estaba asociada con un incremento significativo de muerte y eventos cardiovasculares serios debido a factores ajenos a la hipertensión. El riesgo asociado con una ingesta baja de sodio permanece inalterado aun cuando se hacen los ajustes estadísticos para variables tales como la enfermedad cardiaca, el cáncer y la diabetes. El estudio también encontró que las personas con hipertensión, mas no las personas sin hipertensión, incrementan su riesgo cuando la ingesta de sodio excede los 7 gramos diarios.
El CDC criticó a aquellos estudios que demuestran que una ingesta de sodio por debajo de los tres gramos diarios incrementa el riesgo de enfermedad cardiovascular, sin embargo, lo hizo sin argumentos válidos. Irónicamente, la información de dos estudios citados en el artículo del CDC bajo el criterio de “consistencia” respaldan la conclusión de que una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios incrementa el riesgo cardiovascular. Los pequeños estudios citados por el CDC bajo el criterio de “experimentación” para respaldar su afirmación de que reducir la ingesta de sodio por debajo de los niveles actuales de consumo puede reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular son errados debido a factores que los trastocan, como el peso excesivo en los participantes del estudio, la sustitución del sodio por el potasio, y la provisión de suplementos nutricionales entre los participantes experimentales y no entre los controles.
Aproximadamente el 40 por ciento de la población total de Estados Unidos y Canadá tiene una ingesta de sodio menor de 3 gramos diarios (suministrada en alrededor de una cucharadita y media de sal) y por tanto está en un riesgo significativamente mayor de muerte y eventos cardiovasculares mayores. En contraste, un porcentaje mínimo de la población con hipertensión de los Estados Unidos y Canadá está en un riesgo agravado de eventos cardiovasculares debido a una ingesta de sodio mayor a 7 gramos diarios. Consecuentemente, las reducciones en la ingesta de sodio recomendadas por los oficiales de la salud incrementarán de manera significativa a la población en riesgo por ingesta insuficiente de sodio, mientras que beneficiarán solo a un número mínimo de personas que en riesgo que sufren de hipertensión y tienen ingestas altas de sodio. La iniciativa recientemente anunciada por el gobierno de reducir el contenido de sal en los alimentos procesados indudablemente va a incrementar el porcentaje de personas en riesgo por una ingesta inadecuada de sal.
ANEXOS
EL ESTUDIO DE SODIO DE HAMILTON DE 2016
Este importante estudio encontró que, en personas sin hipertensión, el resultado de muerte o eventos cardiovasculares serios ocurría en 4,3 por ciento de la población, mientras que, en personas con hipertensión, el resultado de muerte o eventos cardiovasculares serios ocurría en 10,7 por ciento de la población. En aquellos con hipertensión, una excreción de sodio por debajo de los 4 gramos diarios y por encima de los cinco gramos diarios mostró estar asociada con un incremento en el riesgo de muerte y eventos cardiovasculares serios. El rango de referencia de 4 a 5 gramos diarios fue utilizado en la evaluación del riesgo de excreciones de sodio por encima y por debajo de dicho rango. El riesgo era significativo comparado con el rango de referencia cuando la excreción de sodio era menor de 3 gramos diarios (tasa de peligro 1,34) y cuando la excreción de sodio era mayor de 7 gramos diarios (tasa de peligro 1,23). Los investigadores determinaron que el mayor riesgo asociado con una excreción de sodio por encima del rango de referencia se debía a la hipertensión, mientras que el riesgo asociado con una excreción de sodio menor a 3 gramos diarios se debía a otras causas.
En aquellos sin hipertensión, en comparación con el rango de 4-5 gramos diarios, el incremento del riesgo de muerte o eventos cardiovasculares serios fue significativo solo cuando la excreción era menor a 3 gramos diarios (tasa de peligro de 1,26). Cuando la excreción de sodio excedía los 7 gramos diarios no existía un cambio significativo en el riesgo (tasa de peligro 0,90). El estudio concluyó que, en comparación con las ingestas moderadas de sodio en un rango de 4 a 5 gramos diarios (dos a dos cucharaditas y media de sal), una ingesta alta de sodio (mayor a 7 gramos diarios), está asociada con un riesgo significativamente mayor de muerte y eventos cardiovasculares serios solo en las poblaciones hipertensas, mas no en las poblaciones normotensas. La asociación de una baja ingesta de sodio (menor a 3 gramos diarios) con el incremento en el riesgo de muerte y eventos cardiovasculares fue observada tanto en aquellos con hipertensión como en aquellos sin hipertensión.
LOS ENSAYOS DE PREVENCIÓN DE LA HIPERTENSIÓN (TOHP 1 y 2)
Los Ensayos de Prevención de la Hipertensión (TOHP 1 y 2) son citados por el CDC como ejemplos de estudios que “respaldan una asociación positiva linear entre el aumento en la ingesta de sodio y el incremento de riesgo cardiovascular”, así como ejemplos del uso de determinaciones de 24 horas múltiples y no consecutivas de la excreción de sodio como el “estándar de oro” para la medición del sodio. Los estudios citados, publicados en 2014 y 2016, fueron estudios de seguimiento a los estudios TOPH iniciales, que empezaron en 1987 y 1990, y fueron completados en 1994. El propósito de los estudios originales, conducidos en individuos sin hipertensión, entre quienes (prácticamente en todos los casos) existía sobrepeso y obesidad, era evaluar los efectos del estrés, los suplementos y el sodio en la presión sanguínea. En los estudios originales existió una rama de personas intervenidas a quienes se les dio consejos sobre reducción de sodio y dieta, junto con suplementos de calcio, magnesio, potasio y aceite de pescado, y una rama control de personas que continuaron bajo sus propias normas.
Entre los años 2000 y 2005, se colectó información sobre los eventos cardiovasculares a través de comunicaciones telefónicas y cartas enviadas por los participantes de los estudios que fueron localizados. La información sobre los 2275 participantes en las ramas control de los ensayos TOPH fue utilizada para estimar la asociación entre las excreciones cuantificadas de sodio en los ensayos y los eventos cardiovasculares subsecuentes. Los autores concluyeron que el estudio “mostró un incremento linear de 17% en el riesgo (de enfermedad cardiovascular) por cada incremento de 1000 mg en la ingesta (diaria) de sodio”, una afirmación que verdaderamente no es respaldada por la información existente -y simplemente es errada. De hecho, como se demuestra en el análisis a continuación, la información del estudio respalda los descubrimientos del estudio de sodio de Hamilton del 2016, en que se encontró que una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios incrementa significativamente el riesgo de muerte y eventos cardiovasculares, mientras que una ingesta de sodio por encima de eso no afecta de manera significativa el riesgo de enfermedad cardiovascular en aquellos que no tienen hipertensión. Alrededor del 92 por ciento de participantes tenían sobrepeso u obesidad. El estudio encontró que el porcentaje de eventos cardiovasculares en personas con sobrepeso (IMC por encima de 25) era 53 por ciento mayor que el riesgo entre las personas con peso normal (IMC por debajo de 25). La obesidad está asociada con un incremento en la excreción y con un incremento en el riesgo cardiovascular. La excreción de sodio entre los participantes del estudio, de 3,8 gramos diarios, fue significativamente más alta que la excreción promedio de sodio en los Estados Unidos y Canadá, de alrededor de 3,4 gramos. El porcentaje de eventos cardiovasculares entre los hombres fue 215 por ciento mayor que entre las mujeres. Si bien la edad también afecta el riesgo cardiovascular, la edad fue similar entre las categorías de excreción de sodio y por tanto no fue considerado como un factor significativo.
La Tabla 1, a continuación, incluye información pertinente sobre el índice de masa corporal y el número y porcentaje de hombres en cada categoría de excreción urinaria de sodio, junto con el porcentaje de participantes en cada categoría que experimentaron eventos cardiovasculares durante el seguimiento.
En la tabla 1 puede verse que tanto el IMC como el porcentaje de participantes masculinos incrementa con el incremento de excreción de sodio, y que el porcentaje de participantes entre los que ocurrieron eventos cardiovasculares incrementó a partir de la segunda categoría más alta de excreción de sodio hasta la más alta de todas. En base a la asociación observada entre el riesgo cardiovascular y el incremento en las variables de índice de masa corporal y de sexo, el incremento en eventos cardiovasculares de 3,1 por ciento a partir de la segunda categoría de excreción de sodio hasta la más alta (6,8 por ciento a 9,9 por ciento) se explica enteramente por las variables de IMC y sexo. El descubrimiento de que el incremento en la excreción de sodio no contribuye significativamente con el riesgo cardiovascular es consistente con el estudio de Hamilton de 2016, el que se demostró que el incremento en la ingesta de sodio por encima de los niveles de referencia -de 4 a 5 gramos diarios- no incrementó el riesgo de eventos cardiovasculares en aquellos sin hipertensión (tasa de peligro 0,9).
En la categoría más baja de excreción de sodio, con un promedio de 1,9 gramos diarios, el porcentaje de participantes que tuvieron eventos cardiovasculares fue mayor (7,2 por ciento) que entre los de la segunda categoría (6,8 por ciento) con una excreción promedio de 3 gramos diarios, a pesar de que el IMC promedio y el porcentaje de hombres en alto riesgo era menor en la categoría más baja. Luego de hacer los ajustes para las variables de IMC y sexo en relación al 6,8 por ciento actual de la segunda categoría, el riesgo de eventos cardiovasculares de la categoría más baja de excreción de sodio debería ser de 5,3 por ciento. El riesgo observado de 7,2 por ciento es 36 por ciento mayor que el riesgo esperado de 5,3, lo que indica que una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios incrementa significativamente el riesgo de eventos cardiovasculares. Por consiguiente, la información en realidad lo que hace es respaldar los hallazgos de los estudios de sodio de Hamilton, mostrando que una ingesta por debajo de 3 gramos diarios incrementa el riesgo de eventos cardiovasculares.
EXCRECIÓN DE SODIO Y RIESGO DE ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR EN PACIENTES CON ENFERMEDAD RENAL
Un segundo estudio citado por el CDC bajo el criterio de consistencia, “Excreción de sodio y riesgo de enfermedad cardiovascular en pacientes con enfermedad renal crónica”7 incluyó 3757 participantes con enfermedad renal crónica, 55 por ciento de sexo masculino, quienes experimentaron 804 eventos cardiovasculares durante 6,8 años de seguimiento. Los autores concluyeron que “entre los pacientes con enfermedad renal crónica, la excreción urinaria de sodio alta estuvo asociada con un incremento en el riesgo de eventos cardiovasculares”, una conclusión que es gravemente exagerada.
La información de un estudio sobre las características de pacientes con enfermedad renal crónica, de quienes 55 por ciento eran hombres, encontró que típicamente, 18 por ciento de los pacientes con enfermedad renal crónica tienen un peso normal (IMC<25), 29 por ciento tienen sobrepeso (IMC 25-30) y 53 por ciento tienen obesidad (IMC>30), 84 por ciento tienen hipertensión y 42 por ciento tienen diabetes.8 La obesidad es un factor de riesgo para la enfermedad renal crónica y la hipertensión, y está asociada con el incremento en la excreción de sodio. La información sugiere que el alto porcentaje de individuos con sobrepeso y obesidad en el estudio de enfermedad renal crónica era similar a aquel en los estudios TOPH mencionados previamente, una conclusión que es reforzada por la alta excreción promedio de sodio de 3,9 gramos diarios en el estudio citado, en comparación con los 3,8 gramos diarios en los estudios TOPH y el promedio de 3,3 a 3,5 diarios en Estados Unidos y Canadá. Los participantes con hipertensión fueron excluidos de los estudios TOPH, pero no del estudio de enfermedad renal crónica, por tanto, la hipertensión era un factor de riesgo cardiovascular en el estudio de enfermedad renal crónica para aquellos con una alta ingesta de sodio (por encima de los 6 gramos diarios).
El porcentaje de pacientes con enfermedad renal crónica que tuvieron eventos cardiovasculares durante el tiempo de seguimiento fue más alto (18,4 por ciento) en el cuartil más bajo de la excreción urinaria de sodio (excreción promedio 2,5 gramos diarios) que el 16,5 por ciento en el segundo cuartil (excreción promedio 3,3 gramos diarios). Este hallazgo es consistente con los resultados de los estudios TOPH y los estudios de excreción de sodio de Hamilton. Al ajustar los resultados para el sexo y el índice de masa corporal, incrementa aún más el riesgo cardiovascular asociado con una ingesta de sodio por debajo de 3 gramos diarios en el cuartil de menor excreción de sodio. Al igual que en los estudios TOPH, los autores no reconocieron el hecho de que la información del estudio estuviera demostrando un incremento en el riesgo cardiovascular en asociación con una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios.
La información disponible parece mostrar que el incremento en el riesgo cardiovascular entre aquellos con una excreción de sodio mayor a 3,0 gramos diarios se explica en su totalidad por las variables de IMC, sexo e hipertensión. Se concluye que el incremento en la ingesta de sodio es un factor de riesgo cardiovascular solo para aquellos con hipertensión con una ingesta de sodio por encima de los 6 gramos diarios.
INFLAMACIÓN, AUTOINMUNIDAD Y SAL: UNA RESPUESTA A LOREN CORDAIN
Por Jack Cameron
El 17 de agosto de 2015, Loren Cordain posteó un artículo titulado “Inflamación y Autoinmunidad” en su sitio web (thepaleodiet.com), en el que sostiene que la sal añadida causa inflamación y autoinmunidad. Una mirada cuidadosa a sus argumentos está más que justificada:
En la introducción, Cordain cita cuatro estudios con los que presenta información poco convincente y contradictoria en cuanto a la asociación entre la ingesta prevalente de sodio y el incremento en el riesgo de ataque cardíaco, hipertensión, y enfermedad cardíaca. Uno de los estudios citados, en el que se atribuye el ataque cardiaco a la ingesta excesiva de sal, es un meta-análisis de trece estudios publicados entre 1966 y 2008, entre los cuales la mayoría de mediciones de ingesta de sodio eran estimaciones tremendamente imprecisas basadas en cuestionarios de frecuencia de alimentos.22 El segundo es una revisión de cincuenta y dos estudios, que concluyó que los ataques cardíacos no eran causados por un exceso de sodio sino por una deficiencia de potasio, un descubrimiento que es consistente con la mayoría de la evidencia.23 Cordain ignora los estudios clínicos a gran escala y epidemiológicos más recientes, donde se ha hallado que las ingestas de sodio de menos de 3 gramos al día incrementan de manera significativa el riesgo cardiovascular.3,4
Al discutir el consumo de sodio, Cordain incorrectamente afirma que el USDA recomienda una ingesta diaria de sodio de 2,3 gramos. De hecho, el USDA recomienda una “ingesta adecuada” para adultos de 1,5 gramos diarios en adultos de hasta cincuenta años de edad, 1,3 gramos diarios en adultos de entre cincuenta y setenta años, y 1,2 ramos para adultos mayores de setenta años.2 La cifra citada por Cordain de 2,3 gramos, es la ingesta diaria recomendada como máximo tolerable.
Cordain cita información de un libro de 1984 por D. Denton, donde se afirma que “los cazadores recolectores y las poblaciones no occidentalizadas en todo el mundo” tienen una ingesta de sodio diaria promedio que va desde 0,234 hasta 1,131 gramos. En gran contraste con las ingestas de sodio de “las poblaciones no occidentalizadas en todo el mundo” citadas por Denton, las encuestas han encontrado que la ingesta de sodio promedio en zonas no occidentalizadas son considerablemente más altas -5,3 gramos en Asia, 4,9 gramos en África y 4,6 gramos en el Medio Este. Estos valores se derivan de mediciones de la excreción urinaria de sodio en veinticuatro horas en estudios que incluyen alrededor de cien mil participantes.4 Cordain insinúa que la ingesta de sodio en “poblaciones no occidentalizadas” es mucho más baja que en los Estados Unidos, pero de hecho la ingesta promedio diaria de sodio en Asia, África y el Medio Este es aproximadamente 50 por ciento más alta que los 3,4 gramos al día en Estados Unidos y Canadá.24,25
Cordain nota que las estimaciones de Denton sobre la ingesta diaria de sodio son considerablemente más bajas que “el valor recomendado de 2,3 gramos por el USDA” y mucho más bajas que lo que llama “valores altamente especulativos de sodio (3 a 7 gramos) sugeridos por un blog paleo sin base científica” (Kresser C. “Shaking up the salt myth, Healthy salt recommendations”, 12 de mayo de 2012). Los “valores altamente especulativos” de 3 a 7 gramos diarios referidos por Cordain salen de un estudio de cohorte publicado en 2011 en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense, en el cual la ingesta de sodio entre casi veinte nueve mil pacientes con enfermedades cardiovasculares establecidas o diabetes mellitus fue estimada por el método de excreción urinaria de sodio de veinticuatro horas.26 Durante el seguimiento de cincuenta y cuatro meses, el estudio encontró que una ingesta diaria de sodio por debajo de los tres gramos, así como por encima de los siete gramos, incrementaba significativamente el riesgo de enfermedades cardiovasculares. El descubrimiento de que la ingesta de sodio por debajo de tres gramos incrementa significativamente el riesgo de enfermedad cardiovascular fue respaldado por dos estudios subsecuentes que incluyeron alrededor de cien mil participantes.3,4 Al ser evaluadas personas con y sin hipertensión, se encontró que una ingesta de sodio de alrededor de 7 gramos diarios incrementó el riesgo cardiovascular en aquellos con hipertensión, pero no en aquellos sin hipertensión.3
Luego Cordain da su estimación de que una dieta típica paleolítica, sin sal añadida, suministra entre 1,6 y 2,2 gramos de sodio al día, y concluye que no sería posible llegar al “consejo de un popular bloguero de consumir entre 3 y 7 gramos de sodio al día” en una dieta paleolítica en la que no se añade sal. Quizás este sea el por qué los humanos se han desplazado por distancias tan grandes para obtener sal (y cambiar esa situación) …
En el estudio revisado en el blog de Kresser, se destaca que una ingesta de sodio menor a dos gramos diarios, aproximadamente la ingesta de sodio en una dieta paleo sin sal añadida, está asociada con un incremento del 68 por ciento en el riesgo de enfermedades cardiovasculares durante el seguimiento de cincuenta y cuatro meses. Otro estudio, en el que se excluyeron las personas con enfermedad cardiovascular, hipertensión y diabetes, encontró que luego de treinta y tres meses, el riesgo cardiovascular de aquellos con una excreción diaria de sodio de 1,9 gramos fue 36 por ciento más alta -luego de hacer el ajuste para el índice de masa corporal y sexo- que el riesgo de aquellos con una excreción de sodio de 3 gramos.
Cordain continúa para ahora volcar su atención a la premisa de que las dietas altas en sodio pueden tener efectos adversos en la inflamación, el funcionamiento inmunológico y la autoinmunidad, citando media docena de estudios que involucran la disfunción del sistema inmune, la inflamación sistémica crónica y la autoinmunidad. En la mayoría de estos estudios intervienen células Th17, las cuales juegan un rol importante en mantener las barreras de la mucosa y en la eliminación de patógenos en las superficies mucosas, pero también han sido implicadas en los desórdenes autoinmunes e inflamatorios. La pérdida de poblaciones de células Th17 en las superficies mucosas ha sido relacionado con la inflamación crónica.
Cordain entonces hace la pregunta hipotética: “¿Sería sorprendente que la dieta típica occidental, que incluye entre 10 y 12 gramos de sodio diarios, pueda tener efectos adversos sobre el sistema inmune y las enfermedades crónicas inflamatorias?” Parece que Cordain confundió “sodio” con “sal” y quiso decir “10 a 12 gramos de sal diarios”, no de sodio. La ingesta promedio de sodio en los Estados Unidos y Canadá es aproximadamente 3,4 gramos (alrededor de 1,5 cucharadita de sal al día).
A continuación, se analizan dos estudios sobre la asociación entre la sal y la función inmune discutidos por Cordain, junto con un estudio sobre la asociación de la ingesta de sal con el riesgo de mortalidad general y enfermedad renal grave en aquellos con diabetes tipo 1.
- El estudio citado, “El cloruro de sodio dirige el sistema inmune, la inflamación sistémica crónica y la autoinmunidad”27 es típico entre los estudios sobre la asociación entre las células Th17 y la inmunidad. En estudios animales, investigadores han encontrado que el incremento en la ingesta de sal afecta de manera adversa a las células Th17. Los autores del estudio afirman que ha ocurrido un incremento marcado en la incidencia de enfermedades autoinmunes en la última mitad de siglo, particularmente de la esclerosis múltiple y la diabetes tipo 1. Mientras que es verdad que la incidencia de la diabetes tipo 1 ha incrementado en gran magnitud durante este siglo (en 21 por ciento entre 2001 y 2009), no parece que haya habido un incremento significativo en la incidencia de esclerosis múltiple. La latitud es un factor principal en la esclerosis múltiple; la incidencia de esclerosis múltiple en Canadá es alrededor de cinco veces la incidencia en el sur de Estados Unidos. Los autores sugieren que el incremento en esclerosis múltiple y diabetes tipo 1 podría deberse a cambios en la dieta, e hipotetizan que el incremento en la ingesta de sal pueda ser la causa. Sin embargo, la falla en esta hipótesis viene desde su base, dado que la ingesta de sodio no ha incrementado entre 1957 y 200324, y ha incrementado solo ligeramente entre 1988 y 2010.24,28 Evidentemente, el rápido y desconcertante incremento en la diabetes de tipo 1 durante este siglo no es causada por un incremento en la ingesta de sal.
- En otro estudio citado sobre la asociación entre las células Th17 y la inmunidad, “Un sabor salado para la autoinmunidad,” no se encontró evidencia clínica ni epidemiológica que respalde algún efecto de la sal en la autoinmunidad.29
- Si una alta ingesta de sal fuera la causa del incremento en el riesgo de diabetes tipo 1, se esperaría que la reducción diaria de sodio desde el actual promedio de 3,4 g en los Estados Unidos a la “ingesta adecuada” de 1,5 g, redujera significativamente el riesgo de diabetes tipo 1. Sin embargo, un estudio reciente encontró exactamente lo opuesto.30 El estudio incluyó dos mil ochocientos adultos con diabetes tipo 1, que no tuvieran enfermedad renal en etapa terminal, quienes fueron monitoreados por diez años para determinar la incidencia de mortalidad por todas las causas y enfermedad renal en etapa terminal. La excreción urinaria de sodio estuvo asociada con la mortalidad por todas las causas: aquellos con los mayores niveles de excreción de sodio, así como aquellos con los menores niveles de excreción de sodio, mostraron una reducción en su tasa de sobrevivencia. Esta asociación se mostró independiente a la edad, sexo, duración de la diabetes, enfermedad renal crónica, enfermedad cardiovascular y presión sanguínea sistólica. El menor riesgo de la mortalidad por todas las causas ocurrió cuando la excreción de sodio estaba entre 3 y 3,5 gramos, cantidad que se aproxima a la ingesta media actual en los Estados Unidos. El riesgo de mortalidad por todas las causas entre aquellos que consumían la “ingesta adecuada” recomendada de 1,5 gramos de sodio diarios era aproximadamente 50 por ciento mayor que entre aquellos consumiendo la ingesta promedio de 3,3 gramos de sodio diarios. El incremento observado en la mortalidad y los eventos cardiovasculares entre aquellos cuya excreción diaria de sodio era menor que 3 gramos es consistente con los descubrimientos de muchos otros estudios.3,4,6,7,22 A lo largo del seguimiento, 126 pacientes (4,5 por ciento) desarrollaron el estadio terminal de la enfermedad renal. La excreción urinaria de sodio se mostró inversamente asociada con una incidencia cumulativa de enfermedad renal terminal, de manera que aquellos con la menor excreción de sodio tuvieron la mayor incidencia de enfermedad renal terminal. El riesgo de enfermedad renal terminal entre aquellos consumiendo la cantidad recomendada por el USDA fue cinco veces mayor que entre aquellos consumiendo la ingesta promedio de 3,3 gramos de sodio.
Por consiguiente, los estudios citados por Cordain en cuanto a la asociación entre la ingesta de sodio y las enfermedades autoinmunes encontraron una ausencia de evidencia epidemiológica o clínica de algún incremento en el riesgo de enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple y la diabetes tipo 1, a causa de los niveles actuales de consumo de sal. Por el contrario, los estudios demostraron que entre aquellos con diabetes tipo 1, una ingesta de sodio menor a 3 gramos está asociada con un incremento significativo en el riesgo de mortalidad por todas las causas y desarrollo del estadio terminal de la enfermedad renal. Tanto la recomendación del USDA de limitar la ingesta de sodio a 1,5 gramos diarios como los consejos de Cordain de seguir una “dieta paleo” sin sal añadida, presentan altas probabilidades de incrementar el riesgo de enfermedad cardiovascular, fallo cardíaco y enfermedad renal crónica, así como de mortalidad por todas las causas y estadio terminal de la enfermedad renal a partir de la diabetes tipo 1.
OTROS EFECTOS ADVERSOS DE LAS GUÍAS ALIMENTARIAS EN LA SALUD
A pesar de las décadas de esfuerzos en reducir la ingesta de sal de la población, dicha recomendación no ha tenido una acogida exitosa debido al deseo natural del cuerpo humano por comer sal, que aflora apenas la ingesta de sal no es adecuada. Se ha estimado que alrededor del 40 por ciento de la población estadounidense está en un mayor riesgo de eventos cardiovasculares debido a una ingesta de sodio menor a 3 gramos diarios. Los planes que tienen los oficiales gubernamentales de la salud para reducir el contenido de sodio de los alimentos procesados, sin duda incrementarán el porcentaje de personas con una ingesta inadecuada de sodio.
En cambio, existe otra recomendación contraproducente de las guías alimentarias gubernamentales que ha tenido más éxito en convencer a las personas, logrando que las grasas animales sean sustituidas por aceites vegetales, basados en la noción -actualmente desmentida- de que la ingesta de grasas saturadas incrementa el riesgo de enfermedad cardiovascular. Alrededor del 75 por ciento de la leche que se consume hoy en día ha sido desgrasada debido a la recomendación del gobierno de tomar solo productos lácteos bajos en grasa o sin grasa. Un estudio reciente de gran amplitud encontró que aquellos que consumen la mayoría de sus productos lácteos con todo su contenido de grasa (enteros) tienen un riesgo 23 por ciento menor de desarrollar diabetes de tipo 2 en comparación con aquellos que consumen la minoría de sus productos lácteos con grasa.19 El consumo de productos lácteos sin grasa no mostró efecto alguno en el riesgo de diabetes. El estudio también encontró que el incremento en la ingesta de aceite de soya, que es alto en ácido linoleico y que constituye el 80 por ciento de los aceites vegetales que se consumen hoy en día, incrementa el riesgo de diabetes de tipo 2. Es así que la recomendación del gobierno de tomar solo lácteos sin grasa y de incrementar el consumo de aceites vegetales ha incrementado la incidencia de diabetes de tipo 2 en los Estados Unidos.
Durante el último siglo el consumo de ácido linoleico ha incrementado desde alrededor de 2,8 por ciento al 8 por ciento de la ingesta calórica, en parte como consecuencia de las recomendaciones del gobierno de sustituir las grasas animales por aceites vegetales. Otros estudios recientes encontraron que el incremento en la ingesta de ácido linoleico está asociado con la mayor incidencia de obesidad y diabetes tipo 2 que ha ocurrido en los últimos cincuenta años.20,21
Aquellas personas que “logran” evadir su deseo natural por comer sal, son las mismas que probablemente caigan víctimas de otras recomendaciones dietéticas con efectos negativos para nuestra salud, más allá de aquellos de una ingesta inadecuada de sal.
REFERENCIAS
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Este artículo formó parte de la revista trimestral de la Fundación Weston A. Price: “Wise Traditions in Food, Farming and the Healing Arts”, en la edición de otoño de 2016.
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