Por Mary G. Enig, PhD
Traducido por Verónica Belli Obando
La grasa y el colesterol son componentes muy importantes en la leche humana. La leche de una madre saludable tiene alrededor del 50 al 60 por ciento de su contenido calórico en forma de grasa.1 El contenido de colesterol de la leche humana le da al infante alrededor de seis veces la cantidad de colesterol que la mayoría de adultos consume con su dieta.1
Cuando una mujer tiene muchos hijos, usualmente el nivel de grasa en su leche disminuye de hijo a hijo. Pero esto no tiene por qué ocurrir si la madre mantiene una dieta de calidad óptima. En algunas partes del mundo, como China, a las nuevas madres se les da una dieta muy alta en grasa animal, que incluye 6-10 huevos diarios y casi 300 gramos de pollo y cerdo por al menos un mes luego del nacimiento de su infante. Esta dieta asegura el máximo nivel de grasa posible en su leche.2
Algunas mujeres producen leche con un contenido de grasa similar al de las leches de vacas Guernsey o de vacas Jersey (leches altas en grasa); mientras que otras mujeres producen leche con un contenido de grasa similar al de la leche de las vacas Holstein (baja en grasa). Por supuesto, para el infante en desarrollo es preferible una leche con mayor contenido de grasa. Las moléculas de grasa son necesarias por sus muchas propiedades funcionales, y para proporcionar la energía suficiente para que toda la proteína pueda ser utilizada por el infante en desarrollo. Sin niveles adecuados de grasa, la proteína en la leche humana no puede ser utilizada.
Estudios de la leche de 224 mujeres danesas mostraron que la leche que ellas producen tiene un rango muy amplio de contenido de grasa.1 El contenido promedio de grasa fue de 39 gramos por litro de leche, en un rango que iba de 18 gramos a 89 gramos por litro de leche. Ese es el equivalente de un contenido promedio de grasa de 3,9 porciento, en un rango de 1,8 por ciento a 8,9 por ciento; es decir que el contenido de grasa de la leche de las mujeres evaluadas variaba mucho. Estudios han mostrado que el contenido promedio de grasa en la leche de las mujeres canadienses es de 3,2 por ciento, mientras que en dos áreas distintas de China se evaluaron contenidos promedios de 3,2 por ciento y de 3,8 por ciento.2
Las mujeres sanas que consumen alimentos naturales de buena calidad, con un buen balance de alimentos animales y vegetales, tienen el potencial de producir una leche con un alto nivel de grasa, pero existen muchas enfermedades y estados nutricionales que pueden interferir con la producción de grasa en la leche. Las mujeres que dan de lactar y tienen una dieta baja en grasa y alta en carbohidratos, pueden tener niveles bajos de grasa en su leche. Las mujeres que están malnutridas también pueden tener niveles bajos de grasa en su leche, al igual que las mujeres que tienen infecciones o desórdenes metabólicos.3
A pesar de que el nivel de grasa total en la leche humana puede variar hasta cerca de cinco veces, las proporciones de las principales categorías de ácidos grasos son menos variables, y los valores muestran coincidencias para todas las leches. Por ejemplo, la leche típica de madres francesas tiene un promedio de 44 por ciento de ácidos grasos saturados, en un rango de 39 a 47 por ciento. Los estudios de la leche de madres holandesas mostraron promedios de 38-52 por ciento de ácidos grasos saturados. La leche típica de madres de Sudán tiene un promedio de 46 por ciento de ácidos grasos saturados, en un rango de 36 a 55 por ciento. El promedio reportado para las madres españolas es de 41 por ciento de ácidos grasos saturados, en un rango de 32 a 51 por ciento.1
Los ácidos grasos omega-3 elongados que se encuentran en los aceites de pescado también se encuentran en la leche de madres saludables y bien nutridas, especialmente en la leche de madres que consumen pescados y su grasa. Algunas madres pueden elaborar estos ácidos grasos omega-3 elongados a partir de los ácidos grasos omega-3 de cadenas menos largas. Cuando la dieta de la madre no incluye omega-3 de cadenas menos largas (ácido alfa-linolénico 18:3), como ha sido reportado para algunas madres de Nigeria, las cantidades de ácido láurico y ácido cáprico son muy altas, llegando a componer un tercio del total de ácidos grasos. Esto parece ser una manera de la naturaleza de ayudar a proteger al infante de infecciones, por las propiedades de dichos ácidos grados, y también de ayudar a conservar los ácidos grasos omega-3 elongados de los tejidos, que son tan importantes. Existen estudios animales que han demostrado una cantidad adecuada de ácidos grasos omega-3 elongados en los tejidos incluso cuando la dieta no contenía ningún tipo de omega-3, siempre y cuando la dieta incluyera aceite de coco. El aceite de coco es rico en ácido láurico.
La cantidad promedio de ácidos grasos antimicrobianos encontrados en la leche de madres lactantes alrededor del mundo, particularmente de ácido láurico y ácido cáprico, va desde el 2 hasta el 20 por ciento; las cantidades más altas han sido reportadas en Nigeria. Madres francesas han mostrado un promedio de 6 por ciento, en un rango de 2 a 12 por ciento. Madres japonesas han mostrado una producción de hasta 9 por ciento de los ácidos láurico y cáprico. Estudios en Estados Unidos reportaron valores muy bajos para madres diabéticas, de alrededor del 2 por ciento, mientras que madres con fibrosis cística reportaron valores alrededor del 8 por ciento. Añadir aceite de coco a la dieta de madres lactantes elevó los niveles de ácido láurico y ácido cáprico hasta alrededor del 20 por ciento.
REFERENCIAS:
- Jensen RG. Lipids in Human Milk. Lipids 1999;34:1243-1271.
- Chen ZY, Kwan KY, Tong KK, Ratnayake WMN, Li HQ, Leung SSF. Breast Milk Fatty Acid Composition: A Comparative Study Between Hong Kong and Chongqing Chinese. Lipids 1997;32:1061-1067.
Este artículo apareció en la revista Wise Traditions in Food, Farming and the Healing Arts, la revista trimestral de la Weston A. Price Foundation, en la edición de otoño de 2001.
Acerca de Mary G. Enig, PhD
Mary G. Enig, phD, FACN, CNS, es una experta de renombre internacional en el campo de la química de los lípidos. Ha liderado muchos estudios acerca del contenido y efecto de los ácidos grasos trans en Estados Unidos e Israel, y ha enfrentado con éxito a las afirmaciones del gobierno que equivocadamente señalan que las grasas animales en nuestra dieta son las causantes de cáncer y enfermedades cardiovasculares. La reciente alarma científica y de los medios públicos sobre los posibles efectos adversos de los ácidos grasos trans ha incrementado la atención a su trabajo. Es una nutricionista licenciada, certificada por la Junta de Nutricionistas Especializados; trabaja dando atención individual a pacientes y también como consultora estatal y de empresas; contribuye con diversas publicaciones científicas como editora; es parte de la Universidad Americana de Nutrición, y presidenta de la Asociación de Nutricionistas de Maryland. Es la autora de alrededor de 60 artículos técnicos y presentaciones, así como una conferencista renombrada. Es la autora del libro “Know Your Fats” (Conoce las grasas que consumes) y del libro “Eat Fat Lose Fat” (Come grasa y adelgaza). Y es la madre de tres saludables niños.
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